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Aunque el estómago pueda estar lleno, el cerebro aún puede sentir apetencia por sabores dulces. FOTO: Pexels.

Alimentación

Por qué, aunque estés lleno, tu estómago tiene siempre un hueco para el postre

Da igual que la comida haya sido copiosa y ya no te quepa bocado. El cerebro cuenta con un «estómago del postre» que te exigirá que te atiborres de azúcar. Aunque siempre puedes recurrir a la fruta.

Por Marcos López

23 DE ABRIL DE 2025 / 13:50

A nadie le amarga un dulce. Por lo que poco o nada importa que hayas disfrutado de una comida copiosa. Llega el momento del postre y, por rebosante que se encuentre tu estómago, tu cerebro te pide más. Y no hay nada que puedas hacer para evitarlo. Así que no te tortures. No tiene nada que ver con una supuesta falta de voluntad. La culpa, como acaba de demostrar la ciencia, se encuentra en el bautizado como «estómago del postre» que toda persona alberga en su cerebro.

La doctora Marina Idalia Rojo, investigadora del grupo de Endocrinología, Diabetes y Nutrición del Instituto de Investigación Sant Pau, explica que «aunque el estómago pueda estar lleno, el cerebro, que no así el cuerpo, aún puede sentir apetencia por sabores dulces. Esta respuesta tiene una base neurológica: el cerebro reacciona de forma distinta al azúcar, activando rutas de recompensa que no se apagan necesariamente con la saciedad física».

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No es falta de voluntad: son las neuronas POMC

En realidad, esta avidez por los dulces es responsabilidad de las neuronas POMC (proopiomelanocortina), localizadas en el hipotálamo y bien conocidas por su labor en la reducción del apetito y la generación de la saciedad. Pero hay un problema. El Instituto Max Planck para la Investigación del Metabolismo en Colonia acaba de obtener un hallazgo que la propia doctora Rojo califa como «realmente sorprendente. Pues estas mismas neuronas también pueden aumentar el deseo de comer cosas dulces, incluso cuando ya estamos llenos».

Concretamente, lo que han observado los investigadores alemanes es que algunas de estas neuronas envían señales a otra región cerebral, el tálamo paraventricular, en el que activan un sistema relacionado con el placer. Para ello, indica la experta, «emplean sustancias similares a los opioides naturales del cuerpo, como las betaendorfinas. Este sistema se activa especialmente cuando comemos azúcar tras una comida copiosa, y es lo que podría explicar el denominado estómago del postre».

No pasa con las verduras

Pero aún hay más. La Universidad de Yale también ha observado que cuando hay una activación del receptor cannabinoide CB1R, el mismo que se activa, por ejemplo, con el consumo de cannabis y que estimula el apetito, también se estimulan estas neuronas POMC. Sin embargo, continúa la doctora Rojo, «curiosamente, esta activación aumenta el deseo de comer, sobre todo dulces, porque provoca una liberación específica de betaendorfinas, pero no activa otras sustancias que suprimen el apetito».

Te llenas de energía

Por tanto, el cerebro humano está programado para atiborrar el cuerpo de dulces. Lo que para nuestros ancestros tenía todo el sentido del mundo. Como destaca la investigadora en Endocrinología, Diabetes y Nutrición, «desde una perspectiva evolutiva, el deseo de ingerir azúcar tenía una función vital. Los alimentos dulces proporcionaban energía rápida y fácilmente disponible, muy valiosa en tiempos de escasez. Por eso, el cerebro ha evolucionado para valorar especialmente este tipo de alimentos, incluso cuando no son necesarios en ese momento».

Asimismo, la Universidad de Gettysburg ha sugerido que, a ojos de sus prójimos, las personas que disfrutan de los dulces son consideradas más amables y sociables, lo que sugiere que compartir dulces pudo favorecer la cohesión social en el pasado. Un hecho que «encaja con la visión de la Universidad de Harvard que destaca que los humanos somos una especie ultrasocial y que comportamientos como el consumo de dulces tras una comida podrían haber reforzado la cooperación y los lazos grupales», refiere la experta.

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Disfruta la fruta

En definitiva, no hay ningún motivo para fustigarse. El ser humano siempre ha sido (muy) goloso. Además, que el azúcar resulte tan apetecible no quiere decir que haya que sucumbir al carrito de los postres. Siempre se puede «redirigir ese deseo hacia opciones más saludables. Por ejemplo, una pieza de fruta podría satisfacer el antojo dulce, pero aportando además fibra, vitaminas y menos azúcares libres», puntualiza la doctora Rojo.

Sin embargo, hay un problema. Que la fruta no sea suficiente para cubrir la necesidad de (tanto) azúcar. Por lo que «también puede ser útil elaborar postres caseros con ingredientes de buena calidad, con materias primas bien seleccionadas, que aporten fibra y menor cantidad de azúcares añadidos. Así, aunque se ingiera un postre, éste tendrá un buen perfil nutricional en comparación con sus versiones comerciales».

También debe valorarse la posibilidad de esperar unos minutos tras la comida, pues «el deseo por el dulce suele disminuir con el tiempo», concluye la experta, no sin antes recordar que «no hay alimentos buenos ni malos y que todo puede tener cabida en un buen plan de alimentación, por lo que el mensaje no se debe orientar a generar malas relaciones con los alimentos».

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