NO TE PIERDAS Las tres formas de identificar a una mala persona para evitar que se meta en tu vida

¿Te acabarás esos espagueti que ha dejado tu hijo en el plato? FOTO: Unsplash.

MENTE

El síndrome de la «mamá basura»: por qué no puedes evitar comerte las sobras que dejan tus hijos

No puedes evitarlo. Vas rebañando los platos con los restos que tu familia ha dejado en los platos. Sigues ese mandato ancestral de que la comida no se tira, sin tener en cuenta que no es bueno para ti.

Por María Corisco

20 DE FEBRERO DE 2025 / 13:30

Has terminado de dar la cena a tus hijos y llega el momento de recoger la mesa y la cocina. Y es entonces cuando ves, en sus platos, unos restos de espaguetis, una croqueta, varias patatas fritas, media salchicha… Al instante, y sin que te des cuenta, se activan en ti varios mecanismos: uno, que es tan poca cosa que no merece la pena guardarlo en un táper; dos, que las comida no se tira; tres, que tienes hambre porque aún no has cenado; cuatro, que esas sobras son mucho más apetecibles que esa ensaladita que tenías pensado cenar. Y te las comes mientras sigues recogiendo.

Es el síndrome de la mamá basura (garbage disposal mom), un término coloquial y humorístico que hace referencia al hábito de muchas madres -aunque también ocurre con padres u otros cuidadores– de comerse las sobras de la comida que dejan sus hijos en lugar de desecharlas. Es una forma de evitar el desperdicio de alimentos, pero también puede estar relacionado con la falta de atención a las propias necesidades alimenticias.

TE PUEDE INTERESAR

«Muchos de nosotros hemos crecido con un mandato, el de que la comida no se tira», explica la psicóloga y coach en nutrición emocional Ana Morales. «Es una frase que parecía venir con el paquete completo de la infancia, junto con el ‘abrígate, que hace frío’, o el ‘¿crees que soy tu criada?’ Y el caso es que te has hecho mayor y te acabas las sobras aunque no tengas hambre. Ves lo de tirar comida casi como un crimen, sin darte cuenta de que, cuando comes algo solo por no tirarlo, lo estás tirando igual, pero dentro de ti».

A esa cultura del no desperdiciar comida se suman otros factores que también favorecen que arrases con todo lo que se ha quedado en los platos:

  1. Practicidad y tiempo limitado. Las madres (o, en general, muchos cuidadores) suelen estar tan ocupadas atendiendo las necesidades de los hijos que dejan de priorizarse. Comer las sobras puede parecer una solución rápida y práctica para ahorrar tiempo en preparar su propia comida.
  2. Patrones inconscientes. A veces, este hábito surge de forma automática, sin que la persona realmente tenga hambre. Es simplemente una forma de aprovechar lo que queda en el plato.
  3. Falta de atención plena al comer. Comer de manera rápida y desorganizada (picando sobras aquí y allá) puede estar relacionado con la desconexión de las señales de hambre y saciedad del cuerpo.

Aunque esta idea de la mamá basura te parezca inofensiva, convertirlo en hábito podría tener consecuencias tanto físicas como emocionales:

  1. Desequilibrio nutricional. Las sobras no siempre constituyen una comida equilibrada. Al depender de lo que queda en el plato, podrías consumir alimentos en exceso o no recibir los nutrientes necesarios.
  2. Pérdida de autonomía alimenticia. Comer las sobras puede convertirse en un sustituto de preparar y disfrutar una comida pensada para ti mismo, lo que refuerza la idea de que las necesidades de los demás son más importantes que las tuyas propias.
  3. Sabotaje de la dieta. Comerte las sobras, aunque sean dos bocados, puede dar al traste con tu propósito de comer de forma saludable, especialmente cuando esas sobras son de los conocidos como alimentos gatillo, que disparan tus ganas de seguir comiendo.
  4. Relación poco saludable con la comida. Este hábito puede perpetuar un ciclo de comer por obligación o sin placer, en lugar de escuchar las señales del cuerpo.

Este aspecto de escuchar las señales de hambre y saciedad del cuerpo es crucial «cuando se buscan las causas de una costumbre que, normalmente, se hace sin pensar, sin prestarle atención», explica la coach. Por eso, reivindica el comer consciente:

  • Sírvete solo lo que necesitas (y sí, puedes repetir si te quedas con hambre).
  • Guarda lo que sobra para otro momento, en lugar de comértelo a la fuerza.
  • Revisa si estás comiendo porque quieres o porque es lo que toca.

Es el mindful eating, cuya base es «estar totalmente presente en el acto de comer, apreciando el sabor, el aroma y la textura de lo que estás comiendo. Es la antítesis a comer de manera automática, es decir, devorar la comida sin realmente saborearla ni prestar atención a tus señales internas». Para conectar con estas señales, te puedes «hacer distintas preguntas: ¿cómo responde tu cuerpo a cada alimento? ¿Te satisface realmente o estás comiendo por inercia? ¿Estás realmente hambrienta? ¿Estás satisfecha?» Cuando estás atenta al hambre y la saciedad puedes evitar comer en exceso… y convertirte en el cubo de la basura.

OTROS TEMAS WELIFE
  • Date permiso para priorizarte. Se trata de reconocer que cuidar de los demás no significa descuidarse a uno mismo. Preparar una comida equilibrada para uno mismo es una forma de autocuidado.
  • Identifica si tienes hambre. Como señalaba la experta, «ser consciente de lo que se come y de cómo se come ayuda a evitar picar sin necesidad. Si no tienes hambre, es mejor guardar las sobras o desecharlas».
  • Combatir la culpa del desperdicio. A veces hay que aceptar que tirar unos restos no es un fracaso. Y recuerda que hay maneras de aprovechar las sobras más tarde (como en nuevas recetas o snacks).
  • Enseña a los niños sobre el tamaño de las raciones. Animar a los hijos a servirse porciones más pequeñas puede reducir las sobras y el riesgo de caer en este hábito. Pero atención: muy a menudo eres tú quien ha servido los platos sin haber preguntado antes cuánta hambre tienen.