
Mejor elegir las frutas y las verduras: las grasas y los dulces acaban resultando muy adictivos. FOTO: Pexels.
Alimentación
Por qué tu cerebro quiere atiborrarte de alimentos ultraprocesados
Los azúcares y las grasas disparan la liberación de dopamina en el cerebro, lo que genera una sensación de bienestar. Así que no importa que el cuerpo ya esté saciado: el cerebro siempre pedirá más.
Por Marcos López
01 DE ABRIL DE 2025 / 07:30
Puede que te apetezca comer más verduras que dulces. Pero una vez saciado, es improbable que pongas la guinda a tu comida dando cuenta de un generoso plato del buffet de ensaladas. Lo que, por el contrario, te sucede en (demasiadas) ocasiones con los carritos de dulces y de comidas supergrasientas. Por lleno que estés, parece que siempre quede un hueco en tu estómago para más alimentos ultraprocesados. Pero no te fustigues. No es culpa tuya, sino de tu cerebro. Que está programado para que te atiborres de grasas y azúcares.
La doctora Mara Galmarini, especialista en Ciencia y Tecnología de los Alimentos y miembro del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet), explica que «la información que recogen los receptores del gusto sensibles a las moléculas dulces llega a las zonas del cerebro relacionadas con el placer y la recompensa, por lo que, a nivel cerebral, el azúcar puede tener el mismo efecto que una adición». Y lo mismo sucede con las grasas, especialmente con las poco saludables.


La culpa la tiene la evolución
Como todos los seres vivos, el ser humano necesita alimentarse para obtener energía. Lo que en tiempos remotos no resultaba tan fácil. Así que cuando la ocasión se presentaba propicia, había que comer tanto como se pudiera. Incluso más. Una sobrealimentación que no era sino un mero mecanismo de supervivencia. Razón por la que, seleccionada por la evolución, ha persistido hasta nuestros días. Potenciada desde el mismo cerebro.
La doctora Galmarini apunta que «como respuesta a la ingesta de dulces, el cerebro libera dopamina, un neurotransmisor que genera una sensación placentera y que refuerza la búsqueda de azúcar. Una respuesta adaptativa para que el cerebro y el cuerpo siempre tengan energía».
Disparan tus niveles de dopamina
Las grasas y los dulces son (muy) adictivos. Como las drogas y el alcohol. La Universidad de Yale ha observado que la presencia de azúcar en el intestino eleva en cerca de un 130% los niveles de dopamina en el cerebro. Y las grasas, en hasta un 160%, según ha constatado un segundo estudio de la misma universidad. Y si bien estos aumentos no llegan al 300%, o al 1.000%, que provocan algunas drogas opioides, hacen que el cerebro siempre se sienta ávido de (más) grasas y (más) azúcares.
Más azúcares, más grasas y más sal
Evidentemente, la industria alimentaria no es ajena a estos datos. De ahí que los alimentos, especialmente los ultraprocesados, sean cada vez más ricos en azúcares y grasas. También en sal, que como ha demostrado la Universidad de Duke activa igualmente el sistema de recompensas del cerebro. O lo que es lo mismo, la liberación de dopamina. Y para que resulten aún más apetitosos, los visten de intensos aromas y colores para que llamen aún más la atención del cerebro. Que necesita más. Y más.
Como refiere la doctora Galmarini, «dada la sobreexposición al dulce que tenemos en el mundo moderno, este sistema se encuentra hiperestimulado, generando adaptación en el cuerpo y la necesidad de más dulce para generar la misma sensación de placer«. Dicho de otra manera, el cerebro demanda dosis cada vez mayores.
No sucumbas (siempre) a la tentación
Es cierto que a nadie le amarga un dulce y que no es malo dejarse llevar alguna vez por la tentación. La clave está en no abusar. La Universidad de Wollongong ha calculado que los ultraprocesados ya constituyen un 20,3% de todos los alimentos que se consumen en España. Un porcentaje que si bien no llega al alarmante 50% de Estados Unidos, es superior al de la mayoría de nuestros vecinos europeos. Pero no te preocupes. Te proponemos una serie de consejos para evitar sucumbir a la llamada de las grasas y los azúcares.
Aunque lo mejor es entrenarse desde pequeños: con objeto de «evitar la exposición al dulce gusto intenso, se recomienda evitar la ingesta de edulcorantes en niños pequeños. Pues si bien no tienen calorías, estimulan el mismo circuito de recompensa del cerebro», concluye la experta.
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