
El síndrome del comedor nocturno es más común en mujeres con edades entre los 30 y los 45 años. FOTO: fotograma película Sin reservas.
Alimentación
Qué es el síndrome del comedor nocturno que está destrozando tu estómago y no te deja dormir
Despertarse cada día en medio de la noche para atiborrarse de comida poco saludable acaba cobrándose un peaje sobre la salud.
Por Marcos López
28 DE ABRIL DE 2025 / 07:30
Eres muy consciente de las consecuencias, muy negativas, que el exceso de peso tiene para tu salud. Razón por la que, además de practicar ejercicio, sigues una alimentación equilibrada y saludable. Cuando menos durante el día. Pues tras la puesta de sol, es otro cantar. No hay noche que no hagas una visita a tu nevera o tu despensa. Para atiborrarte no de verduras, sino de grasas y azúcares. Por una sencilla razón: padeces el síndrome del comedor nocturno. Te contamos en qué consiste y cómo ponerle remedio.
Carlota Pérez Sánchez, nutricionista del Centro Médico Quirónsalud Toledo y el Hospital de Día Quirónsalud Talavera, explica que «el síndrome de ingesta nocturna se caracteriza por el consumo de hasta un 25% de las calorías diarias durante la noche, así como por el insomnio, la anorexia matutina y la hiperfagia nocturna. Además, afecta principalmente a mujeres entre los 30 y 45 años y se asocia con sobrepeso, cirugía bariátrica y trastornos alimentarios como la bulimia o el «binge eating disorder» o trastorno por atracón».


Un círculo vicioso que arruina tu salud
Es mucho más que una necesidad puntual de calmar el apetito. Las personas que sufren este trastorno alimentario consumen una notable proporción de sus calorías durante la noche. Lo que, entre otras consecuencias, provoca que acaben comiendo mucho menos durante el día. Aumentando el riesgo de que, oculto el sol, se vean abocadas a tener que desterrar su hambre con un nuevo banquete nocturno. Una y otra vez. Cayendo en un círculo vicioso que, indica la experta, «les genera malestar significativo y sentimientos de culpa tras las ingestas nocturnas».
Por qué se desarrolla
No hay una única razón que explique el desarrollo de este trastorno alimentario. Por el contrario, «su origen es multifactorial y está vinculado a alteraciones del ritmo circadiano», aclara la experta. Aunque existen situaciones que aumentan, y mucho, su riesgo de aparición. Concretamente, «el síndrome de ingesta nocturna suele desarrollarse en contextos de estrés emocional, ansiedad o depresión, especialmente en personas con insomnio y sobrepeso. Es común que los síntomas se intensifiquen en la tarde-noche, tras conflictos, rupturas o aislamiento. El componente psicológico es clave en su aparición y evolución».
Tu dieta se va al garete
Comer a deshora, como ocurre cuando toca estar acurrucado en los brazos de Morfeo, no le hace ningún bien al organismo. Menos aún si los alimentos a los que se recurre para saciar el hambre distan mucho de ser saludables. De hecho, las personas afectadas por este síndrome, apunta Carlota Pérez Sánchez, «consumen alimentos ultraprocesados, ricos en azúcar y harinas refinadas, e incluso productos inusuales».
Así que poco importa no caer en la tentación del pan, los embutidos o los dulces durante las horas de luz. Llega la oscuridad y la fuerza de voluntad, tan férrea durante el día, brilla por su ausencia. Aunque también es muy posible que este picoteo furtivo sea totalmente involuntario (e inadvertido). No en vano, continúa la experta, «en algunos casos, el síndrome de ingesta nocturna se presenta con episodios de alimentación inconsciente o en estado de sonambulismo, sin recuerdo posterior».
Háblalo con tu médico
Sobrepeso, insomnio y una fortuna en tiritas. Entre otros muchos males. Así que ha llegado el momento de ponerle remedio. De que la última cena haga honor a su nombre. Comiendo durante el día y reservando las noches para descansar. Para lo que es necesario buscar ayuda profesional.
Como concluye Carlota Pérez Sánchez, «el tratamiento del síndrome de ingesta nocturna combina intervención psicológica y nutricional. La terapia cognitivo-conductual, el manejo del estrés y la higiene del sueño son claves, junto con una educación alimentaria sin restricciones. Reorganizar las ingestas diurnas y personalizar el patrón alimentario ayuda a reducir la ingesta nocturna y mejorar la calidad del sueño».
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