
CUERPO
No hagas caso al Índice de Masa Corporal: por qué hay que dejar de mirar la báscula
Cuidado con las simplificaciones: una persona muy musculada puede tener el mismo IMC que otra con una importante (y peligrosa) cantidad de grasa visceral.
Por María Corisco
12 DE FEBRERO DE 2024 / 18:24
Vas a la consulta del médico o del nutricionista. Mide tu altura, te pesa en la báscula, aplica una fórmula y… voilà, ya sabe cuál es tu índice de masa corporal. Ese numerito te coloca en un rango de sobrepeso, de normopeso, de obesidad…, pero, en realidad sólo evalúa tu peso corporal en relación con tu altura. Y, cuando se habla de salud, esa simplificación puede confundir más que ayudar.
Estamos en la era del “pesocentrismo”, señala Marián García, la Boticaria García, doctora en Farmacia y graduada en Nutrición Humana y Dietética, que acaba de publicar el libro “Tu cerebro tiene hambre” (Ed. Planeta). En el contexto de la salud y la obesidad, el término «pesocentrismo» se refiere a una forma de pensar que otorga una importancia excesiva al peso corporal como medida de salud y bienestar. Esta perspectiva enfatiza la pérdida de peso como objetivo principal para mejorar la salud, sin tener en cuenta otros aspectos importantes del bienestar físico, emocional y social de una persona.
En este contexto, Marián García nos explica que “hoy sabemos que el peso, el IMC, la circunferencia de la cintura y otras medidas que clasifican nuestro cuerpo son solo algunas variables entre las muchas que definen nuestra salud”.
De dónde viene el IMC
La idea se le ocurrió al estadístico belga Adolphe Quetelet, quien a principios del siglo XIX buscaba una forma de evaluar el estado nutricional de las poblaciones. Así, propuso el cálculo del IMC como una forma simple de medir la composición corporal y la obesidad en una población. Básicamente, se trata de dividir tu peso en kilos por el cuadrado de tu altura en metros. De ahí se obtiene un número que proporciona una estimación del grado de obesidad de una persona, y se utiliza ampliamente en la práctica médica y de salud pública para evaluar el riesgo de enfermedades relacionadas con el peso, como la diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas y ciertos tipos de cáncer.
La fórmula es de Quetelet, pero el término Índice de Masa Corporal fue acuñado por el fisiólogo estadounidense Ancel Keys en la década de 1970. Keys popularizó el uso del IMC como una medida práctica y ampliamente aceptada para evaluar el peso corporal en relación con la altura. En la actualidad, el IMC se utiliza en todo el mundo como una herramienta para la evaluación rápida del estado nutricional y el riesgo de obesidad en individuos y poblaciones.
Por qué el IMC no es exacto
Pero, hoy, se sabe que es una medida simplificada; como señala Marián García, “se nos queda corto para valorar algo tan importante como nuestra salud”. Y es así por distintas razones:
- No distingue entre grasa y masa muscular. El IMC no distingue entre la masa muscular y la grasa corporal, lo que significa que dos personas con el mismo IMC pueden tener composiciones corporales muy diferentes. Por ejemplo, un atleta con mucha masa muscular puede tener el mismo IMC que una persona sedentaria con un exceso de grasa corporal, a pesar de que su salud y estado físico son diferentes.
- No tiene en cuenta la distribución de la grasa corporal. El IMC no tiene en cuenta la distribución de la grasa corporal, que es un factor importante en la salud. La grasa visceral, que se acumula alrededor de los órganos internos, está más estrechamente relacionada con el riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas que la grasa subcutánea, que se acumula debajo de la piel. Dos personas con el mismo IMC pueden tener distribuciones de grasa corporal muy diferentes y, por lo tanto, diferentes riesgos para la salud.
- No considera la composición corporal. El IMC no considera la composición corporal total, incluyendo la proporción de grasa corporal, masa muscular, hueso y agua. Esto significa que una persona con un IMC dentro del rango «normal» podría tener un porcentaje de grasa corporal alto y, por lo tanto, un mayor riesgo de enfermedades relacionadas con la obesidad, como la diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
- No considera la edad ni el sexo. El IMC no tiene en cuenta la edad ni el sexo de la persona, lo que puede afectar la distribución de la grasa corporal y el riesgo de enfermedades relacionadas con el peso.
Las limitaciones del IMC, señala Marián García, “pueden llevar a definir como sanas a personas que no lo están. Y viceversa. Es especialmente confuso en personas de baja estatura, mayores, personas musculadas, con retención hidrosalina o embarazadas, por ejemplo. Algunos atletas de élite de acero, filia o sumo tienen una estatura media baja y un peso elevado por su gran musculatura. Aunque tengan un IMC alto, sería un error clasificarlos como personas con sobrepeso u obesidad», explica.
«Por otro lado, también hay personas como un IMC del libro, pero cuyo estado de salud, porcentaje de grasa corporal y analíticas no lo son. En resumen, el peso solo es uno de los factores que influyen en la salud. En el abordaje del sobrepeso y la obesidad se deben tener en cuenta la salud física y la mental, y el estado funcional”.
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