Por qué la búsqueda compulsiva del placer puede hacerte infeliz

El ser humano lleva siglos intentando definir qué es el placer, precisamente por la facilidad con la que se le confunde con la felicidad. Para Epicuro el placer era, simplemente, la ausencia de dolor, pero su definición ha ido variando dependiendo de las escalas de prioridades de quienes lo definan. A grandes rasgos, el placer es un sentimiento agradable y positivo, cuyo rango comprende desde el bienestar que se siente al satisfacer una necesidad básica hasta sensaciones eufóricas de júbilo por alguna razón en concreto. La felicidad, por su parte, es un estado de bienestar emocional y satisfacción con la vida que va más allá de simplemente sentirse bien en el momento presente.

Pero sentir mucho placer no es sinónimo de llevar una vida feliz, y tener como único objetivo en la vida la consecución de placer, puede generarte serios problemas, entre ellos, la infelicidad. El doctor en Biología Molecular y especializado en neurociencias, Estanislao Bachrach ha tratado estos temas en sus libros, dando una explicación biológica de por qué ambos conceptos (el de placer y el de felicidad) no son sinónimos y, de hecho, son antagónicos en muchas ocasiones. Analizando el funcionamiento de la química del cerebro podemos comprender por qué se puede sentir un placer continuado y que tu vida no te llene.

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Diferencia entre placer y felicidad

Hemos explicado a nivel filosófico qué es placer y qué es felicidad, pero Bachrach da una interpretación biológica. Identifica el placer con la dopamina, el corto plazo, la visceralidad; y la felicidad con la serotonina, un estado, algo más experiencial. «La dopamina es lo que proporciona placer, es algo visceral, al momento. Funciona a corto plazo. todo lo que da placer visceral y que dura poco, como la droga. La serotonina es más experiencial, más etéreo y tiene más que ver con dar que con recibir», explica el experto.

¿Significa esto que la dopamina es mala? Ni mucho menos. Según explica Bachrach, la dopamina es «el neurotransmisor que animó a los humanos a desarrollarse«, puesto que, al fabricarse en el cerebro, motiva al individuo a realizar algo con la promesa del placer. Está claro que todo lo que se produce en el cuerpo humano, está ahí por algo. El problema es cuando haces de la búsqueda del placer, tu único objetivo vital.

Por qué ocurre esto científicamente

Esta cuestión, que podría considerarse filosófica, tiene en realidad una explicación científica. La dopamina, que es el neurotransmisor que se activa con el placer, estimula a la neurona más próxima y cuando las neuronas se estimulan demasiado, de forma excesiva y con mucha frecuencia, tienden a morir. Para que esto no ocurra, las neuronas tienen un mecanismo de defensa, que es reducir la cantidad de receptores que pueden ser estimulados. Es por eso que la misma cantidad del estímulo que antes nos generaba placer, ya no nos genera la misma sensación y necesitas una dosis mayor para experimentar el mismo placer, porque hay menos receptores disponibles. A esto es a lo que se llama tolerancia y es a partir de este momento, cuando las neuronas empiezan a morir. Y así nace la adicción.

«La serotonina, a diferencia de la dopamina, en lugar de excitar a la neurona vecina, la tranquiliza. Entonces no se pueden morir nunca. La dopamina puede ser adictiva pero la serotonina no. No puedes ser adicto a la felicidad», explica Estanislao Bachrach. Pero es que además, la dopamina inhibe la serotonina, por lo que cuanta más dopamina fabriques para conseguir un placer que cada vez es más inalcanzable, menos serotonina segregarás. De ahí la frase que repite el experto constantemente: «Cuanto más placer buscas, más infeliz eres. La acumulación de placer no te va a llevar a ser feliz».