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Cada oficina es un microcosmos en el que se pueden dar dinámicas tóxicas. FOTO: Unsplash.

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Los ocho síndromes laborales más comunes: cómo detectar si sufres alguno y cómo evitarlos

¿No tienes una relación sana con tu entorno de trabajo? Cuidado: la toxicidad laboral puede llevar a sufrir síndromes que afectan tanto a tu trabajo como a tu salud física, mental y emocional.

Por María Corisco

09 DE ABRIL DE 2025 / 17:00

La teoría está clara: el entorno laboral debería ser un espacio de crecimiento personal y profesional. Pero, muy a menudo, es un medio hostil en el que no dejan de aparecer retos que impactan en la salud física, mental y emocional. En un contexto tan complejo como el actual, con demandas constantes, tecnología omnipresente y un ritmo acelerado, han surgido una serie de síndromes específicos que afectan a los trabajadores en diversos sectores y niveles jerárquicos.

«Estos síndromes laborales no sólo influyen en la productividad y el rendimiento, sino también en la calidad de vida de quienes los padecen», explica Marc Ferrer, psicólogo especializado en recursos humanos. «El estrés crónico, el agotamiento emocional y los conflictos interpersonales no resueltos pueden manifestarse en cuadros clínicos con nombres propios o en comportamientos y actitudes que reflejan dinámicas organizacionales disfuncionales».

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De todos ellos, probablemente el más conocido es el síndrome de burnout, cuyo nombre ya te indica de qué se trata: de estar quemado. No es una manera de hablar o esa queja puntual ante una situación estresante en el trabajo, sino de algo mucho más grave: el burnout fue reconocido en 2019 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como «un trastorno asociado al estrés laboral crónico que no se ha gestionado de manera eficaz y que afecta profundamente al bienestar físico, mental y social de quien lo sufre».

Como señala Marc Ferrer, se manifiesta a través de tres dimensiones claves: «Agotamiento emocional, despersonalización y falta de realización personal. Entre sus múltiples desencadenantes, los más comunes son una sobrecarga de trabajo, un ambiente laboral tóxico, la falta de reconocimiento y el desequilibrio entre el trabajo y la vida personal«. Y, a menudo, todos estos factores se dan de forma conjunta, y lleva a «síntomas físicos, como la fatiga persistente o las alteraciones del sueño; emocionales, como irritabilidad o sentimientos de inutilidad, y conductuales, como el bajo rendimiento o el aislamiento social«.

Pero no solo tenemos el burnout. También se han descrito otros síndromes laborales, «cuya incidencia y severidad se han agravado a raíz de la pandemia y de las mayores presiones y exigencias hacia el trabajador», advierte Ferrer. Entre ellos encontramos los siguientes:

  1. Síndrome de Ganímedes. En la mitología griega, Ganimedes era un joven que fue raptado por Zeus por su gran belleza. En el contexto laboral, se refiere a situaciones donde los empleados jóvenes y talentosos son sobreprotegidos o favorecidos de manera excesiva por sus superiores, generando resentimiento entre sus compañeros y creando conflictos en el equipo. Puede afectar negativamente el ambiente laboral y la cohesión del equipo. El empleado sobreprotegido puede sentir una carga por las expectativas y favoritismos.
  1. Síndrome de Cronos. Describe a jefes que temen ser superados por sus subordinados con más talento y, en consecuencia, obstaculizan su desarrollo profesional. «Dificulta el crecimiento del talento dentro de la organización, fomenta un clima de desmotivación y aumenta la rotación de personal. Puede crear un ambiente laboral tóxico, desmotivación y fuga de talentos en la organización».
  2. Síndrome de Anat. Este síndrome, que refleja una actitud de lucha constante, recibe el nombre de Anat, una diosa guerrera de la mitología griega. Quienes lo sufren «se sobrecargan voluntariamente de trabajo para demostrar su valía o un sentido excesivo de la responsabilidad, y terminan atrapados en un entorno laboral que exige sacrificios continuos -como largas jornadas, esfuerzo extremo o renuncias personales- en busca de reconocimiento o éxito». Al final, puede derivar en agotamiento extremo, estrés crónico y problemas de salud física y mental.
  3. Síndrome de Bergerac. Se refiere a empleados que asumen una actitud servil extrema, buscando constantemente agradar a sus superiores y evitando conflictos a toda costa, incluso a expensas de su propio bienestar. «Genera dependencia emocional, baja autoestima y puede ser aprovechado por empleadores en ambientes laborales tóxicos. Reduce la confianza en uno mismo y genera aislamiento o dificultades para interactuar en el entorno profesional».
  4. Síndrome de Estocolmo laboral. Se produce cuando los empleados desarrollan una relación de dependencia emocional hacia un ambiente laboral tóxico o hacia jefes abusivos; esta dependencia les lleva a justificar ese comportamiento. «Fomenta una cultura laboral dañina en la que los trabajadores no reconocen o no denuncian abusos, con lo que se perpetúan estas dinámicas negativas y el ciclo de abuso».
  5. Síndrome de Munchhausen laboral. Consiste en exagerar o fingir problemas en el trabajo, como conflictos o incompetencias, para atraer la atención de los compañeros y superiores, o para convertirse en los salvadores que encuentran la solución. Con ello, «se deterioran las relaciones laborales y puede afectar la percepción del equipo sobre la persona que lo padece. Afecta la dinámica del equipo, reduce la confianza entre los compañeros y disminuye la productividad general».
  6. Síndrome de Boreout. Contrario al burnout, se da en empleados que están desmotivados o aburridos debido a la falta de desafíos, tareas interesantes o propósito en su trabajo. Este aburrimiento crónico lleva a una sensación de inutilidad y apatía en la que se reduce tanto la motivación como la productividad y puede llevar a problemas emocionales, como depresión o ansiedad, así como estrés por inactividad
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Comprender estas afecciones no sólo ayuda a identificarlas y prevenirlas, concluye el experto, «sino también a crear un entorno laboral más saludable y sostenible. Pero, para desarrollar espacios de trabajo en los que el bienestar sea una prioridad, y no una excepción, se requiere una perspectiva integral que abarca tanto al individuo como a las organizaciones».

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