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Las personas que practican el pesimismo defensivo pierden la capacidad de ver el lado positivo de las cosas. FOTO: Pexels.

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Los riesgos del pesimismo defensivo: por qué pensar siempre en negativo acaba destrozando tu salud

Prever siempre el peor de los resultados puede prepararte emocionalmente para un posible fracaso, pero te generará una preocupación y ansiedad que acabará cobrándose un peaje sobre tu salud.

Por Marcos López

23 DE MARZO DE 2025 / 08:15

Nadie es infalible. Por lo que además de acumular éxitos que, por pequeños que sean, siempre hay que celebrar, todo el mundo se ve abocado a afrontar algún que otro fracaso. Una realidad ineludible que hace que algunas personas, aun teniéndolo todo para triunfar en lo que se propongan, opten por esperar siempre lo peor. O lo que es lo mismo, que abracen un pesimismo defensivo con el que atenuar el impacto.

María Jesús Álava, especialista en Psicología Clínica y autora, entre otros libros de éxito, de Que nadie manipule tus emociones, explica que «el pesimismo defensivo es una estrategia de afrontamiento que algunas personas utilizan frente a situaciones que perciben como estresantes o amenazantes. Consiste en anticipar posibles consecuencias o resultados negativos con el objetivo de prepararse emocionalmente. Pues al esperar lo peor, los pesimistas defensivos creen que pueden planificar cómo manejar o mitigar los efectos de esos riesgos o resultados negativos».

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Todo va mal (e irá a peor)

Hay que ser realista. Igual que no hay que dejarse llevar por un optimismo desmedido, cuando no directamente tóxico, que silencie las emociones negativas, tampoco hay que caer en un pesimismo defensivo con el que prepararse para cualquier desilusión o sorpresa desagradable. Que hará que, pasado el tiempo, la persona sólo acabe fijándose en el lado negativo de las cosas. Viviendo en un estado permanente de preocupación. De frustración y ansiedad. Como si dado que todo irá mal, nada merezca la pena.

Vivir eternamente preocupado

También es cierto que este pesimismo defensivo puede suponer un mecanismo eficaz a la hora de gestionar la ansiedad. Pero como indica María Jesús Álava, «depende del estilo de afrontamiento de cada persona. En algunos casos, el pesimismo defensivo puede favorecer la puesta en marcha de un afrontamiento basado en la solución racional de problemas, buscando posibles soluciones alternativas. Esto podría representar una cierta ventaja en la gestión de la ansiedad».

Pero también hay un lado oscuro. Mucho más común. Pues como alerta la experta, «en la mayoría de los casos, el pesimismo defensivo suele provocar un efecto contrario al activar un estilo rumiativo, caracterizado por la anticipación y la preocupación, lo que a su vez puede incrementar aún más la ansiedad, creando un bucle muy frustrante para quien lo padece».

Mejor cruzarse de brazos

No es sólo el miedo, completamente entendible, a fallar. Si la nueva empresa ya está condenada al fracaso, ¿para qué intentarlo? Antes o después, un pesimista defensivo decidirá cruzarse de brazos y se abstendrá de iniciar acciones y nuevos proyectos que prevé que jamás llegarán a buen puerto.

Como alerta María Jesús Álava, «la convicción de que las cosas van a ir mal puede tener efectos negativos sobre la motivación y la proactividad. Este enfoque puede desencadenar un fenómeno conocido como profecías autocumplidas, donde las expectativas negativas influyen en el comportamiento hasta hacer realidad esos resultados temidos».

Pero aún hay más. Pues como continúa la especialista en Psicología Clínica, «también se puede activar el sesgo de confirmación, donde la persona tiende a interpretar o buscar información que confirma sus expectativas negativas, ignorando evidencias que podrían contradecirlas. Estos fenómenos refuerzan negativamente el ciclo de anticipación y resultado, limitando las posibilidades de éxito».

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Acaba afectando a la salud

Sin embargo, no es sólo que de tanto insistir prácticamente se garantice la derrota en todo lo que se acometa. Tanta negatividad acaba cobrándose un peaje sobre la salud, tanto física como sobre todo mental. Pues si bien «la convicción de que las cosas van a ir mal –apunta María Jesús Álava– puede ofrecer, en el corto plazo, una cierta sensación de control debido a la aparente preparación que implica, en la mayoría de los casos es más una ilusión de control que un control real».

De hecho, concluye la experta, «a largo plazo, esta estrategia puede generar inseguridad y fomentar un estilo evitativo de relación con el entorno, ya que la persona tendrá menos confianza en sus capacidades y tenderá a ver el mundo como más peligroso. Estos efectos pueden tener un impacto muy negativo en la autoestima y el bienestar emocional, debilitando la capacidad de la persona para enfrentarse a nuevos desafíos de manera efectiva».

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