
Cuando haces algo mal, tienes que pedir perdón para que la relación no sufra daños./ Foto: Emily in Paris.
Relaciones
Por qué te cuesta tanto pedir perdón: cómo hacerlo (si te has equivocado) para que tus relaciones funcionen
Cuanto te disculpas reconoces públicamente que has cometido un error, lo que puede mermar tu autoestima. Pero es un paso imprescindible para la reconciliación.
Por Marcos López
03 DE ABRIL DE 2024 / 08:00
Errar es humano. Todo el mundo se equivoca y, cuando lo hace, sólo queda pedir perdón. Lo que, aun consciente de que no se lleva la razón, no es siempre fácil. Sobre todo en el fragor de una discusión, cuando las pulsaciones están disparadas y el juicio se nubla. Pero has rebasado los límites. Esa palabra o acto están completamente fuera de lugar. Así que toca aparcar el orgullo y pedir disculpas. ¿No lo exigirías así si fuera al revés, si fueras tú el ofendido? Rectificar es de sabios. Te contamos por qué debes pedir perdón aunque te cueste tanto y cómo hacer que sea más fácil.
La doctora Nicole LePera, psicóloga clínica y autora del libro How to meet yourself, explica que «la mayoría de la gente no tiene idea de cómo disculparse. Ven la vulnerabilidad como debilidad y sienten mucha vergüenza tóxica por su comportamiento, por lo que evitan pedir perdón». Esto es lo que hay que tener en cuenta a la hora de pedir perdón.
Merma tu integridad y tu autoestima
Lo primero que hay que tener en cuenta es que esta solicitud de absolución supone reconocer ante los demás que se ha cometido un error. También ante uno mismo, lo que supone un ataque a la propia integridad: no eres la persona (tan) perfecta que supones o pretendes ser.


E, igualmente, puede mermar, aun de forma temporal, la autoestima: un estudio de la Universidad de Queensland concluye que negarse a ofrecer una disculpa genera una mayor autoestima que no hacerlo, así como una mayor sensación de poder y control.
Cedes el control a la víctima de tu ofensa
De hecho, este poder y control se pierden con el acto de pedir perdón. O más bien, se traspasan a la víctima de tu desaire, que siempre puede optar por rechazar tus disculpas, reprocharte airadamente tu comportamiento y hacerte sentir peor. Dicho de otro modo, te vuelves vulnerable: dejas en manos ajenas tu restitución como buena persona. Lo que explica que los individuos con un ego desmedido y grandes privilegios, con una personalidad que raya el narcisismo, sean especialmente reacios a pedir disculpas.
Te hará sentir mejor
La incertidumbre genera ansiedad. No saber si la persona a la que has ofendido te concederá la absolución por tu acto, o incluso te exigirá una reparación mayor, puede resultar muy estresante. Más aún si dejas que tu mente dé vueltas y más vueltas a la posibilidad de que tus disculpas sean rechazadas y la humillación que esto te supondrá. No importa: tienes que pedir perdón. Hazlo y serás recompensado: no sólo la víctima de tu agravio se sentirá mejor; también te sentirás mejor contigo mismo.
Discúlpate de corazón
La disculpa tiene que ser sincera. De nada sirve pedir perdón de forma irónica. No lo haces porque te lo reclamen los demás, sino porque tú sientes que tienes que hacerlo. Utilizar un tono condescendiente sólo avivará el desencuentro creado por tu desaire. Debes asumir tu error y demostrar tu arrepentimiento. La doctora LePera indica que «si pudiera ofrecer al mundo una enseñanza que realmente lo cambiara, simplemente diría a la gente: reconoced vuestros errores y disculpaos».
El perdón también tiene que ser sincero
¿Eres tú la víctima de la ofensa? Mereces una disculpa. Pero trata, en la medida de lo posible, de empatizar con la persona que pide tu perdón. Recuerda: no es fácil y lo pasa mal. Y si le concedes tu absolución, hazlo de forma sincera. El objetivo es la reconciliación, por lo que el perdón debe ser un acto de gracia, no un reclamo de superioridad moral.
Cuanto antes te disculpes, mejor
Eres consciente de que has metido la pata. Pero como le ocurre a todo el mundo, no te gusta disculparte, por lo que piensas que es mejor dejarlo correr. El tiempo lo cura todo, y con el paso de los días, incluso semanas y meses, tu desaire caerá en el olvido. No es verdad. No dejes que el objeto de tu agravio acumule rencillas que podrá perdonar, pero no olvidar. Pide perdón, y cuanto antes, mejor.
Como concluye la experta, «el tiempo no cura todas las heridas. Lo hacen las conversaciones difíciles, la vulnerabilidad, las disculpas y los cambios de comportamiento».
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