
No se trata del bienestar que procuras a tu agresor: perdonar es una de las mejores cosas que puedes hacer por ti mismo. FOTO: Pexels.
Mente
Estas son las razones por las que te cuesta tanto perdonar a los demás
Por mucho que lo desees, se te hace muy difícil perdonar. Un acto que por lo general tiene mucho más de emocional que de racional. Pero tienes que liberarte de la carga que supone el resentimiento.
Por Marcos López
10 DE ABRIL DE 2025 / 13:30
No eres perfecto. Nadie lo es. Así que, por mucho que te esfuerces, acabarás cometiendo algún error que causará dolor a alguno de tus seres queridos. Un traspiés que, más pronto que tarde, esperas que sea perdonado. Aunque hayas sobrepasado algunos límites y te cueste tanto pedir disculpas.
El doctor Henry Cloud, especialista en Psicología Clínica y autor, entre otros libros de éxito, de Boundaries: When to Say Yes, How to Say No To Take Control of Your Life, explica que «perdonar es una poderosa herramienta que nos ayuda a seguir avanzando en la vida, libres de la carga que supone el resentimiento y la amargura«.


Pero hay un problema. Como continúa el experto, «perdonar tiene que ver con el pasado, y si el problema todavía persiste, entonces no es pasado». Tal es así que «si el dolor causado no ha desaparecido, el perdón no puede ser concedido».
Manda el corazón, no el cerebro
Todo el mundo quiere llevarse bien con los demás. Incluso cuando se es víctima de una injuria (perdonable). Condonar el daño, mayor o menor, causado y recuperar la relación que se mantenía en el pasado. Pero hay muchas situaciones en las que el corazón manda más que el cerebro. En las que las emociones, que no el raciocinio, toman las riendas. Y la concesión del perdón puede ser, como ha revelado la Universidad de la Mancomunidad de Virginia, un acto puramente emocional. Quieres perdonar la infracción, pero simplemente no eres capaz.
No puedes pasar por alto la traición
También influye, y mucho, la relación que mantienes con el perpetrador de la falta. No es lo mismo sentirse agraviado por un desconocido que por una persona (muy) cercana. Que un individuo completamente ajeno te cause una afrenta tiene un pase. Pero que lo haga un ser querido no puede sino considerarse una traición. Difícilmente perdonable. Así se explica que, según ha observado la Universidad Estatal de Nueva York, el distanciamiento que se genera entre dos personas tras una transgresión es más probable, y mucho más duradero, cuando éstas son parientes consanguíneos o amigos del alma.
Te estás protegiendo frente a futuros agravios
Por mucho que quieras, no lo puedes dejar pasar. Lo que desde un punto de vista evolutivo tiene una fácil explicación. En el mundo primitivo, en el que las sociedades aglutinaban a un número limitado de personas, las víctimas de actos reprobables tenían más probabilidades de sobrevivir en caso de desconfiar de sus agresores. De no tenderles la mano alegremente para, así, evitar recibir un segundo palo. Como ya dictara el filósofo Anaxágoras hace más de dos milenios y medio, «si me engañas una vez, la culpa es tuya. Si me engañas dos, la culpa es mía». Dicho de otro modo, tu cerebro está programado para que estés, y te sientas, seguro. Para no perdonar a la ligera.
Por difícil que te resulte, tienes que perdonar
Pero no es cuestión de vivir amargado. Aunque no puedas olvidar, tienes que perdonar. Incluso aunque el infractor considere que no ha hecho nada mal. Como refiere Kerry Rasenberger, coach de bienestar especializada en relaciones tóxicas, «perdonar a alguien que no siente ninguna culpa es todo un desafío, sobre todo cuando nos sentimos muy dolidos por sus acciones».
No importa. Como apunta la experta, «perdonar no significa ignorar el daño causado ni olvidar lo ocurrido. Pero este perdón es para tu beneficio, no para el suyo. Puedes liberar tus emociones y pensamientos del pasado sin que la otra persona esté implicada. Puedes sentir y dejar de lado la ira y el arrepentimiento por haber asumido tu energía”.
Así que ha llegado el momento de que concedas tu absolución. Y para que el magnánimo paso resulte más fácil es recomendable reconocer los sentimientos hacia el agresor –seguro que la afrenta no es para tanto– y abrir la mente para tener una mayor perspectiva y eliminar toda expectativa poco realista. Más importante aún, elegir perdonar, siempre sin olvidar la necesidad de protegerse a uno mismo. De practicar el autocuidado.
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