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En el flirteo tecnológico que no va a más puede haber un trasfondo de miedo. FOTO: Pexels.

MENTE

Del amor líquido al síndrome de Tinderella: «En realidad no quieres conocer a tu alma gemela»

Flirtear a través de una app de citas sin el objetivo de traspasar el plano virtual se ha convertido en una nueva forma de entender las relaciones. Desde el punto de vista psicológico, esto puede acarrear.

Por Silvia Capafons

21 DE ABRIL DE 2025 / 13:30

De la unión de Tinder y Cinderella surge un término inspirado en las personas que coquetean a través de las apps de citas pero nunca llegan a materializar el encuentro. Se mueven como peces en el agua entre matches y chats, a menudo con varias personas, con el fin de generar relaciones meramente virtuales que no llegarán a traspasar la pantalla.

En plena era del amor líquido que nunca adquiere solidez, la psicología ya ha dado nombre al fenómeno tinderella. ¿Una manifestación más de la falta de compromiso? Puede. ¿Ganas de obtener dopamina y emociones rápidas? Seguramente también, aderezado con miedo a la decepción. Como explica Silvia Dal Ben, psicóloga de Unobravo, gabinete de terapia online, «nos encontramos ante un fenómeno psicológico complejo, que combina la búsqueda de validación con el miedo a la vulnerabilidad real. En realidad, no quieres conocer a tu alma gemela. Las apps de citas ofrecen un espacio de gratificación instantánea, donde la interacción es rápida, sin riesgos y con un abanico de opciones ilimitado. Esto genera un refuerzo positivo inmediato: cada match y cada mensaje recibido eleva momentáneamente la autoestima sin que la persona tenga que exponerse realmente. Sin embargo, esta dinámica puede derivar en un comportamiento adictivo, donde el acto de hablar y fantasear con la posibilidad de una cita se convierte en un fin en sí mismo, en lugar de un medio para construir una conexión real».

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Si no nos exponemos, no fracasamos. Las posibilidades son infinitas, como en un cuento de hadas, y si hacemos alusión al que da nombre al término, como en Cenicienta también hay mucho de amor a medias, con límites y en una realidad paralela. 

En el flirteo tecnológico que no va a más puede haber un trasfondo de miedo. Principalmente al rechazo y la decepción, propia y ajena. «En el entorno digital es posible construir una versión idealizada de uno mismo, proyectando sólo lo que se desea mostrar. Pero llevar esa conexión al mundo real implica exponerse con todas nuestras imperfecciones, enfrentarse a la posibilidad de que la otra persona no cumpla con las expectativas o que uno mismo no esté a la altura de la imagen que ha proyectado. También hay un temor a la intimidad emocional: conocer y ser conocido de manera profunda implica cierto grado de entrega, y para muchas personas eso es aterrador, porque conlleva la posibilidad de ser heridos».

Un vericueto más para dar con lo que para muchos es una constante en las relaciones de pareja hoy en día: la no disponibilidad emocional. Porque hay algo que engancha, y es la ilusión de múltiples alternativas que desemboca en una posible dinámica de consumo relacional donde siempre se busca algo mejor, en lugar de invertir en una conexión auténtica. «Esto puede generar una gran insatisfacción, aunque no siempre es evidente de inmediato. En el corto plazo, el cerebro se acostumbra a la dopamina que produce la novedad de cada interacción virtual, pero a largo plazo, la falta de profundidad en las relaciones genera una sensación de vacío emocional. El ir siempre a la búsqueda de la mejor alternativa, paradójicamente, puede llevar a una mayor soledad y frustración», advierte la psicóloga.

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¿Por qué registrarse en una app con el único fin de chatear y no llegar al final del objetivo que es, al fin y al cabo, conocerse de manera real? Hay una parte positiva en esto del síndrome de tinderella, y es la posibilidad de explorar las emociones y la sexualidad de una manera diferente, amplia.

La novedad, la generación instantánea de dopamina que puede crear sensación de mayor (aunque falsa) autoestima en función de la cantidad de matches, likes o conversaciones simultáneas…Porque como explica Silvia Dal Ben, estamos ante una transformación en la forma en la que las personas se relacionan actualmente. Sin embargo, si se convierten en el único modo de conexión, pueden llevar a una desconexión emocional en las relaciones presenciales y a dificultades relacionales.

«La falta de contacto físico y lenguaje no verbal puede empobrecer nuestra capacidad de empatizar y de gestionar las emociones en un encuentro real. Además, puede reforzar patrones de evitación, donde el placer inmediato reemplaza la construcción de la intimidad genuina», añade. A esto hay que añadir el más que probable ghosting que llega a continuación: cuando nada está en juego, cuando no hay un cara a cara ni un compromiso, el desaparecer de manera inmediata y sin dar explicaciones al otro parece la opción fácil para evitar problemas. A otra cosa, mariposa.

Según un estudio realizado por la Universidad de Western Ontario (Canadá), hasta un 65 % de las personas encuestadas reconocieron haber hecho ghosting en algún momento de sus vidas, mientras que un 72 % admitió haberlo sufrido. Desde Unobravo lo califican como una forma de irresponsabilidad afectiva y un acto de violencia hacia la autoestima de la otra persona. Por mucho que esto suela ocurrir en los inicios de una relación o en vínculos no oficiales, ghostear significa desentenderse de lo que nuestra decisión y acción está provocando en otro ser; es obviar que le haremos sentir tristeza, decepción y frustración. Y es que con la vorágine con la que suelen sucederse las conversaciones por chat, no dar la cara suele convertirse en una constante. Son relaciones fantasma, al fin y al cabo, donde el objetivo es vivir en una ilusión eterna.